El porvenir

 

Necesito volver, regresar al lugar lejano, acercarme. Necesito dejar de pertenecer aquí por un momento, olvidarme, volverme cosmos, oasis, aparecer en el lapso del segundo en Libra, en Sagitario, en las estrellas. Necesito viajar pronto, y no percibir que la lejanía fue un fracaso. Necesito volverme escudo, sentimiento, dolor, tristeza. Necesito esperarme, detenerme, fugarme, permitirme. Necesito ser un alma, miles, todas; ser el cielo, la vida, el anhelo. Necesito volverme miedo, comprensión, extensión del pensamiento. Necesito abarcarme, exponerme, llorar en la totalidad, ser el comienzo de lo viejo, el eclipse de la pena en lo intangible. Necesito fundirme en la pleamar del alma. Necesito entender cómo funciona, cómo sucede, cómo transcurre, como se hereda, cómo se disuelve la gramínea en el todo. Necesito hacerlo, para por fin, poder volver. Y si acaso no pudiera hacerlo, porque el viaje es eterno, inconstante y aterrador, entonces necesito cambiar, mudar de piel y encontrarme, porque la panacea espiritual de comenzar es lánguida, ecléctica, voraz, y no transmuta lentamente, confunde. Necesito volver a casa, a lo que antes llamaba hogar, a lo que tracciona y permite, a lo azul e imperceptible; a un cielo de fugaces mundos, de luces vagas, opacas, traslúcidas. Necesito que permitan que regrese a este mañana, sin dolor, sin llanto, sin premura, con el fin de haber logrado que la ausencia se convierta en equipaje, y escriba en el futuro los senderos por venir.

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