Papúa (Capítulo 1)


Es Papua Niu Gini en hiri motu, es el este de las Islas Salomón, son sus ríos, es la costa. Son los lenguajes, los ochocientos idiomas, son los miles de habitantes. Es el tiempo que tarda el viajero en llegar, y el momento en que va dejando la isla, es cada instante en el tiempo, cada lapso de la espiral del reencuentro. Es Moresby, el tok pisin, los papúes. Es el sudeste asiático, el Pacífico Sur, todas sus islas. Tal vez no encuentre adjetivos dentro del mapa global de caracteres, ni encuentre una frase para explicar porque sucede, pero Papúa son todas las partes de la isla que me estuvo esperando por años, quizá por décadas, quien sabe. Lo cierto es que después de tanto, llegué allí para comenzar un viaje extenso, que me explicara lo que sucede cuando duermo, y no puedo salir de sus paisajes y sus figuras. Solo cierro los ojos, y ya no estoy en Nueva Delhi, ya nada es India, todo cambia de lugar. Las calles por las que camino en las noches, ya no pertenecen al Ganges. Todo lo que veo son los cientos de papúes que me envuelven, que me cuentan sus historias, que me hablan de su mundo, de sus dioses, que visitan mi inconsciente y su memoria. Todo sucede en unas horas, y se prolonga por un tiempo largo y extenso, o lo que dura el sueño de una noche. He dormido varios años en su costa, varios meses en Bougainville, varios días conociendo a la mujer de la isla, de quien aún no se su nombre. He dormido con los cielos azules, con los besos del alma, con la historia que me ha de seguir. Y hoy quiero dormir en la playa, hoy quiero hacerlo realmente, ya no quiero que sea nuevamente Nueva Delhi al despertar. He viajado y quiero poder dormir con los papúes, y visitar sus astros, su extenso mar y sus islas, hoy quiero hacerlo alejado de la urbe y de los cielos grises. He tomado el avión, necesito llegar.

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