Un millón de luces

La carretera se derrite en esperanzas abandonadas. Siento que pasan ante mí, siglos de momentos visibles. Ella se ajusta el cinturón, su auto pende de un hilo blanco, una línea que podría llevarla al precipicio o alejarla aún más de los mares de cemento. El auto desciende una colina, la línea sigue el curso de su mano, y continúa el curso de las ruedas. Mas allá de mares grises, pequeñas edificaciones. Mas allá, grandes rascacielos. Mas allá, cemento y ciudad. ¿A dónde viaja? A la ciudad. No, ¿a dónde viaja su alma? A la estrella. La estrella lejana de occidente. Aquella que guía el camino diverso del mundo. Aquella que contiene una versión inanimada de los hechos, mezcla de matices y de sueños, de vida y de distancia. Aún no ha tomado pastillas para viajar, sin embargo, el viaje siempre ocurre.

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