Papúa (Capítulo 12)

Volví a cerrar los ojos, y el sueño pareció eterno, y vi más de lo que podía percibir. Sentí toda la isla vibrando en mi cuerpo, los ríos, las llamas, la aldea, los verdes y grises, el margen del mar destellando la arena. Vi demasiadas imágenes sucederse, como si toda la memoria de los siglos me atravesara los ojos. Me vi en Nueva Delhi, en el Ganges, en Port Moresby. Me vi en la escuela, de niño, jugando con aquella niña, preguntándole su nombre. Pude ver toda su historia, desde que salió de Nueva Delhi hasta que llegó a Bougainville: era Mawi. Intenté despertar y fue imposible, las imágenes continuaban sucediéndose como una cascada infinita. Me vi aprendiendo hiri motu en algún lugar de India; vi las aldeas, como inició el fuego, vi las cuentas del collar brillando. Después de tanto viaje, regresé; después de tanto, volví a ser quien fui siempre. En ese momento, abrí los ojos, el ritual de Mawi había terminado, y me observaba como si durante mucho tiempo no había podido despertarme. Ninguna aldea estaba incendiándose, y recordaba muy pocas cosas de Nueva Delhi.

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