Musambe


<<Son doce días hasta el próximo paraje>> le dijo el guía a Musambe. <<Tal vez llegue pasando las montañas, pero deberá tener cuidado con las aldeas. Quizá ya no haya nadie allí, es extraño que alguien haya sobrevivido a la última glaciación. Sin embargo, lleve siempre consigo el collar, no lo suelte. Debe estar con usted hasta el final del viaje. Una vez que haya llegado, puede dejarlo en el primer curso de agua que observe>>
El viaje hasta los lagos fue cuantioso y abrumador. Sin embargo, no desistió y continuó avanzando por el sendero, a pesar de haber descansado más de dos veces. Luego, una amplia zona montañosa empezó a dibujarse en el camino, mientras la noche ensombrecía el horizonte, Comenzó lentamente a subir las laderas, hasta que la Luna ilumino la última posta del camino. Por la mañana, prosiguió el viaje: atravesó la aldea, y llegó al primer curso de agua. Aun así, notó algo muy extraño. Las montañas ya no se encontraban a sus espaldas, y el horizonte había cambiado: un lago fucsia y unas flores de color verde fluorescente se asomaban en la lejanía. Hasta el cielo era distinto: una estrella azul imponente, se observaba en las alturas, y era innegable que ese astro no era la Luna. Musambe sabía que aquello no era África, y que tampoco estaba soñando.

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