La búsqueda


Se sentaron frente a frente. La mujer mezcló las cartas, esparciéndolas sobre un lienzo de color negro, con tintes rojos y blancos. Las barajas eran de color gris y blanco por el anverso, y por el frente, parecían unas antiguas cartas españolas.
El hombre estaba intentado saber sobre su futuro, y sobre lo que tanto miedo le causaba: el amor de alguien que aún no conocía. La eterna respuesta imprecisa de las almas que, escritas en la elipsis temporal, se dibujan y desdibujan, para ubicarse y encontrarse; sin que nosotros sepamos, que infinitas líneas, nos separan de la ausencia, y cuantas otras nos presentan cerca. Aquel hombre, sabía que no estaba comenzando una partida de tarot, solo llegó hasta aquella mujer por recomendaciones; y aquella mujer, sabía porque aquel hombre estaba allí, y cuál era el destino que le esperaba. Sin embargo, no podía decirle más de lo permitido, ya que un poco más, podía perjudicarlo todo.
La mujer agrupó las barajas, y las posicionó sobre el lienzo con el anverso hacia arriba. Le solicitó al hombre, que piense y retenga la pregunta que deseaba realizar mientras realizaba un corte en el montón, para que la suerte, o aquella mística misteriosa, obraran en pos de la pregunta realizada.
Con el mazo entre sus manos, la mujer comenzó a dar vuelta una a una las cartas sobre el lienzo. Transcurrieron varios segundos hasta que habló. Señaló varias cartas, diciéndole lo que iba a suceder, sin dar datos precisos: iba a perder dinero, iba a encontrar una persona que podía hacerle algún mal en su vida, entre otras cosas. Siguió colocando cartas sobre el lienzo, y continuó hablándole de logros que iba a conseguir, y de personas que aparecían en su vida, algunas ligadas a decisiones importantes, otras que deseaban quedarse con su porvenir, pero en ningún momento le respondía la pregunta que su mente pensaba una y otra vez: cuando aparecía la mujer de su vida.
El hombre detuvo a la mujer y le explicó lo que estaba pensando. Mientras juntaba las cartas, lo escuchó atentamente y luego le respondió; ya sabía lo que estaba sucediendo, antes de que comenzara a hablar:
<<No se puede saber con exactitud, un acontecimiento preciso. No puedo decirle cuando va a conocer a la persona correcta, ni después de que suceso significativo. Lo único que puedo decirle, es que una mujer aparece varias veces en su vida. Pero tal vez, sean mujeres distintas o la misma. El futuro está determinado por factores de cambio constante. Su energía, por ejemplo, está cambiando en este preciso momento. Lo que sí puedo decirle, es que tiene una vida muy larga, próspera y de abundancia, más allá de encontrar personas que intentan perjudicarlo. La mujer que busca, está reflejada en el mapa de su destino, pero solamente usted va a encontrar la forma de caminar esa distancia, y la mística hará lo suyo para ayudarlo. Cuando menos lo espere, estará viviendo en alguna ciudad, muy lejos de aquí, con el amor de su vida. Más que eso, no puedo decirle>>
El hombre enfureció, quería saber en ese instante y con toda seguridad, donde estaba esa mujer que tanto buscaba. Pero también sabía, que no podía discutir con la mujer de las cartas, ya que ella no era la causante de aquel aprendizaje interior, que lleva más tiempo del que uno cree.
Se retiró de aquel sitio hacia su casa, desconcertado y abrumado por la respuesta, sin saber, que su alma estaba comenzando a comprender palabras sabias, que estaban armando un valioso porvenir, ignorado actualmente, pero importante para comprender, el punto inicial de rutas que nos conectan.

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