El violinista


El violinista no va a salir a escena, fue terminante en su decisión. Tuvo un desgarro en el hombro derecho y no puede tocar, no hay manera. En ese instante, el director comenzó a pensar como iba a presentar la obra, no había forma de cambiarla en tan poco tiempo. ¿Y si corriera el plazo unos meses más? Imposible, las entradas estaban completamente agotadas, debía conseguir otro violinista, pero… ¿dónde? Faltaba una hora para el comienzo de la función. Una sola idea apareció en su cabeza, y solo podía acudir a aquella persona. Rápidamente, envió a su ayudante a que lo buscara. Le indicó que se apresurara, y que le diera lo que pidiese para venir.
El ayudante llegó a la dirección acordada, y después de tanto conversar, le dijo que de ninguna manera cruzaría la puerta para ir a aquella función. Cuando le advirtió que podía pedir lo que quisiera, lo pensó, tomó el estuche con el violín y se marcharon.
Cuando llegaron al teatro, faltaban pocos minutos para salir a escena. Los cantantes estaban listos, y la orquesta estaba preparada. El director vio llegar al nuevo violinista, y un brillo de alegría inundó su mirada. Se miraron sin saludarse, y rápidamente el violinista se dirigió a su lugar en la orquesta. El director le dijo <<Gracias>> antes de que se presente, y el violinista apenas sonrió.
Se abrió el telón del teatro, el director agradeció al público, y los cantantes salieron a escena para dar comienzo a la función.
Un largo silencio, siguió al fervoroso aplauso inicial. El violinista comenzó a tocar con los ojos cerrados, sin ver la partitura, como si conociera de memoria cada nota y cada espacio de tiempo. El rostro del director esbozó una sonrisa, mientras sus manos dirigían la orquesta. La música fluía por las manos del violinista. Su cuerpo estaba en el teatro, pero su mente parecía estar inmersa en otro mundo, viendo otras cosas, pintando en un lienzo en blanco, cada nota de la obra nuevamente. Los músicos que lo acompañaban, no podían creer que había vuelto. El director movió las manos y los cellos ingresaron a la pieza, junto con otros instrumentos de viento. Cada uno se amoldó perfectamente al sonido, creando un acorde excelso, elegido para ese instante preciso. Cuando el director marcó el fin de la función, la sala llena aplaudió de pie. Todos los músicos saludaron al público, y el director comprendió la lección. El violinista tomó su instrumento, y se retiró. En la puerta del teatro se encontró con el director, y le dijo que no precisa nada, que todo estaba bien de ese modo. El director, le dijo que venía a entregarle lo que tanto tiempo había olvidado: un insondable abrazo, donde ambos se emocionaron, y se fundieron en aquel sentimiento.
El director le dijo a su hijo, que no quería que dejase nunca la orquesta, a menos que él lo quisiera, y que ahora había comprendido todo el amor que faltó, y todo el tiempo perdido que necesitaba recuperar. El violinista dijo <<Gracias>>, y se volvieron a abrazar nuevamente. Las funciones continuaron a sala llena durante varios años. Hasta el día de hoy, es la ópera que más tiempo estuvo en escena, y la que más cantidad de público tuvo en un teatro.

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