Mariel


¿Cómo es la vida Mariel? Detrás de aquel fragmento de distancia, nos vimos la última vez. ¿Es infinita la distancia? ¿Hay tramos de distancia? ¿A dónde nos lleva el curso de la vida en la parafernalia? ¿Será Mariel que hemos viajado tanto, que el viaje mismo nos hace creer que existe una distancia posible entre los dos? Quizá, este lapso de tiempo es el que nos comunica aún, o esta vertiente de agua mágica la que nos tiene presentes; aunque ya Mariel sea como el curso de oleadas, de mareas cansadas de ir y venir a la arena. Mariel ya es pesar. ¿En que momento nos dejamos? Recuerdo el pasamanos, la escalera, la pendiente en descenso, un pergamino en las manos. Recuerdo la visión de amor, el falso espacio entre los dos. Recuerdo vivir hasta dejar de vivir y empezar un mundo nuevo, recuerdo dejar de convencerme, dejarlo todo y ver el mundo de Mariel, y apenas detrás de los dos, todas las demás personas.
<<Así, no hay momento que no quede en la distancia>> me dijiste <<porque así, los dos somos tan imprescindibles que olvidamos el curso de las cosas que suceden>>
<<¿No es así el amor Mariel?>> pregunté
<<No, el amor es más que eso, es tratar de averiguar de donde somos, y hacia donde nos llevará el escenario de la vida, es aceptar las opciones que son nuestras>> me contestó entre el vaivén de la marea
Recuerdo entonces la vereda hacia el mar, la casa entre las piedras, el aumento de secretos. Recuerdo un solo médano dibujando la arena, entre las sombras de sol y casas. Ya no recuerdo mucho más Mariel, comienzo a olvidar. Solo hasta allí recuerdo. Después hay oscuridad, hay una serie de signos, y no hay más nada. Solo veo un pasamanos y tu voz diciendo: <<Vuelve, vuelve>>. Pero no volví. Recuerdo que, en ese instante, no lo hice. Esperaste muchos años para que regresara, y se produjo entonces, la distancia. Sucedió de una forma inesperada. Pero es ahí cuando entendemos y advertimos, que no hay otro elemento más allá de lo visible, que permita la distancia; quizá, obra de lo desconocido, pero articulador de varios mundos.
Es así Mariel como olvidé el pasamanos, aquel que te cubría en rojo añil. Lo olvidé, porque el dolor oculta, pero permite el paso del tiempo. Cuando nos vimos, la luz del sol dibujaba tu contorno, y ese efecto se adueñó de mi también. Recordé por fin, que a nuestro alrededor existía el pasamanos de color plateado, ya no había rojos fuertes, no había gente corriendo, solo vos y yo; junto a las olas, el mar y el aire.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El final

Campos

Maldivas

Papúa (Capítulo 1)

El sueño