Avistaje

Hay una suerte de paralelo intrínseco, que une los dos puntos dónde sucede la magia. Nace todo aquí, a orillas del golfo. Luego, transcurre la línea imaginaria hasta aquel mítico faro que todo lo alumbra y lo deslumbra. Aquel faro, es la inmensidad de un sol opaco, imperfecto, tibio y lejano. Un sol con las ramas del oasis celeste, que lo nublan de oscuro azul; azul día y azul noche. Esa línea, imaginaria y oblicua, perpetua y virtuosa, se hace vida en el mar, el mar que rodea el golfo. Mar que envuelve sus penumbras, tristezas, vanidades y esperanzas. Mar, que antes de mar, fue tierra libre y destreza. Mar, que después de varios lustros, fue agua eterna.
La línea imaginaria no controla el avistaje, no lo hace ni lo intentará, pero la magia ocurre lentamente. Nos acercamos al primer punto de contacto, y ya presiento el devenir de las gotas de agua, el sendero calmo de luminosidad, agitando las vertientes de las olas. Ha llegado el primer intento, y el primer comienzo, es momento de soñar.

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