La Payunia
Abramos los libros del tiempo, las huellas escritas en aire, la ruta bordeando un desvío; y dejemos que el transe de un sueño, nos muestre un gigante volcán rojo y negro, el Pehuenche, el Payún, la historia, la raíz de sinfines y versos. La canción hecha tiempo y la distancia, siguiendo un reguero de momentos, la Payunia, a un costado nuestro.
Con el gris otoño, veamos como se arman las rutas, veamos nacer las cosechas, los viñedos; Malargüe, aquel valle de sierras, volcán y Llancanelo. Nosotros, las planicies, todo eso. Nosotros, el Vergara, Bardas Blancas, los anhelos. Eso que nos muestra el sendero, por donde vamos yendo.
Bordeemos toda la reserva, dejemos los parajes, veamos caer el cielo; y Mendoza callar, como si desprender el después aumente el quizás, y la historia deje de amar el sur mismo y se haga norte: El Tonduco, El Molino; se haga todo un inmenso lugar, donde las rutas son caminos.
Vayamos a la reserva natural, después de dejar cerros, Chacaico, Guadaloso, yacimientos. La historia viva en las heridas de tantos terrenos, consumiendo el riego, quebrando el desdeño.
El mismo tiempo, te dejó en mis manos, junto a mis ancestros, y los cientos de nombres de los sitios nuestros, donde la pacha nos regaló tantos lagos, parajes y senderos.

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