La frase
Cuando dejó la oficina, la frase había quedado marcada. Ya había llegado al confín más recóndito de su mente, y había avasallado toda fluctuación de conexiones y neuronas, para quedarse instaurada en el inconsciente. Había conversado bastante aquel día, que la repetición incesante de tantos meses, de tanto haberla escuchado, terminó por desatar lo inevitable. Ya no volverían a ser iguales las reuniones familiares, del trabajo, ni cualquier encuentro casual. La frase caló hondo, y logró lo que tantos querían: volvió la mentira verdad, y dejó el paso abierto al desahucio, vaticinando un avance del dolor sobre la alegría. Ahora, tendría que buscar la raíz de aquellas palabras, dentro del pantanal del sufrimiento, para intentar comprender si eran verdades, rebuscando cada huella, y revisando cada tramo, husmeando entre otras frases, tratando de comprenderlas en el análisis. Pero para todo eso, ya la mentira hecha frase, había logrado el cometido para el cual fue impuesta.

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