Los fiordos
Te olvido, tal vez,
desde algún fiordo de Noruega, donde la única luz que me abriga, es la de las
casas bajas del fin de tierras. Al abismo de un mar efímero, diluido entre nosotros,
guardo la postal de los recuerdos, quizá el último eslabón, de esa montaña de sueños
que supimos tener, y que el destino destruyó. No me advierto en la penumbra del
olvido, me observo en el comienzo de la nueva historia, mientras tu luz
invisible, deja la estela de varios momentos detrás.
Desde aquí, no se observan
las ciudades, solo pequeños puntos luminosos, en la eterna luz de noche. Ni
siquiera se ve el sur del norte más frío. La niebla lo cubre todo, hasta
perdernos en esa ausencia gris.
En la distancia, vagas
islas se diluyen con el paso del tiempo. Dejamos de correr, de amar, de
desdeñar. Apenas recordamos quienes somos, mientras el cosmos debilita la
palabra, y extiende un manto boreal sobre los bosques.
Mientras concluyo esta
carta, dejo que el olvido nos abrace, nos bese los labios y detenga la ausencia.

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