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Ciudades

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Ciudades, movimiento, tiempo. Hubiera querido quedarme en tu arena, en tu mar, en tus besos. Hubiera querido que me vieras, alejado, entristecido, y me sanes. Hubiera querido un abrazo, una fórmula, un escape. Hubiera querido quedarme, pero me he ido. Hoy regreso sin la fórmula, con los años, sin los besos, con los daños y las heridas en la piel. Regreso y te llevo un poco de arena de otros lugares, te llevo la sonrisa que me dibujé para no extrañarte, te llevo esta historia nueva que me construí, te llevo mis nuevos pesares, mis angustias, te llevo mis hermosos años contigo y en tus días. Me llevo, esperando llevarme tu energía, para volver mientras me voy, para irme mientras regreso. Te llevo mientras me voy llenando de tus aromas, de los que tenía en los rincones de la piel, de los que dejé para perderme en vos, en ti, en como lo digan. Nos llevamos juntos, esperando volver siempre, encontrando regresar a cada paso.

Nuestros hijos

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  El dolor recubre el último verano, esconde las últimas vestiduras del colapso, y se abandonan en el mar de gente, perdidos, sin voces que atestigüen, sin vanidades, errantes, socavados, presos de la incertidumbre. Se dejan llevar por la costumbre y empiezan a ungirse de demonios, de atroces y feroces elementos suicidas, de altiplanicies, de sotaventos. Y cuando todo parece evitarlos, el drama los consume, los aísla, los lleva a su centro más profundo, y grita en su nombre y direcciona. Dejan que los rastros de amor se desintegren, que la rutina destruya, y que la presión y el stress los envuelva en su guarida. Detrás de su paisaje de abismo, sus hijos, todo lo que el amor armó y creó, sus dos hijos mirando la batalla final, opacándose. Si tan solo el desamor se apagará un instante, para ver en los ojos de sus pequeños, pero no lo hará, el odio caló bien hondo y se esparce rápidamente por sus entrañas. Ninguno de los dos llega a mirarse, ninguno se habla, ya no hay más palabras pa...

El mundo insular

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<<Etapas, son muchas etapas>> decía Atwel <<y las mejores fueron en los años de la infancia. Son miles de etapas cubiertas de musarañas, tejidos agrios, y condimentos que encontramos en los árboles, y no debemos olvidarlas>> Sin embargo, Atwel ya no recordaba las semillas que había plantado ayer, ni el banano que iría a crecer mañana, ni quien lo dejó allí cubierto de fango, destrozado por los vientos ciclónicos. Atwel ya no lo podría volver a recordar, ni siquiera volvería a verlo con sus ojos, ni lo tocaría con sus manos. Sus sentidos comenzarían a borrarse, lentamente, como los miles de aguaceros que un día vió y pudo tocar, y como los cientos de soles que posaron en su piel, y que multiplicaron su energía. Todo lo que un día Atwel había visto, y lo que las etapas de la vida crearon en su sangre, las heridas del clima lo destruirían por completo, hasta volverse tierra. La tarde del martes, un ciclón de categoría 5 arrasó aquella isla del Atlántico, y se lle...

El muro

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El muro es contiguo y molesto, es austero, gigante, sin miedos. Es avasallante, perverso, un dios gigante de concreto, la barrera humana atroz para el pensamiento, un ideal opacado por los embusteros, las batallas perdidas en aquel gigante de hierro, una premonición de lo viejo, un no discernir, un aguacero eterno. El muro es la cal que corroe nuestros huesos, que nos atinge, nos abandona, nos quita el aliento. El muro es nuestra voz gritándole al silencio, es la pócima exigua de los contratiempos, la efeméride de un día eterno. Ojalá el ingenio pueda con el muro, derribe el mito, venza la plegaria, y logre su proyecto; destruya la partícula, elimine el odio, y permita nuestros sueños, para poder ser libres de toda norma absurda, y habitar el mundo que merecemos.

Habrá cansancio

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  Llegaré mañana, y habrá cansancio en los valles, en el rescoldo, en las montañas. Habrá cansancio en los montes, en la espesura. Habrá cansancio en los recodos de las avenidas y de las plazas, y en el tesoro valiente de lo incomprendido. Habrá cansancio esperando que se agote lo imposible, habrá cansancio que ha quedado, de tanta espera y de tanto desánimo. Habrá cansancio, y no habrá forma de evitarlo, porque tanto tiempo fue esperarlo, que el cansancio al fin será olvido lejano, fuente prismática, del pergamino de los años por venir. Habrá cansancio, equiparable con el tiempo añorado, cansancio derruido y desalmado, evitable pero corregible, hoy, después de tanto. Habrá cansancio que una loma, un dolor, un desamparo, no van a evitar que perdure, porque será olvido de cansancio, eclipsado por estos tiempos, que estarán armando un sosiego, para el momento en que mañana habremos llegado, y cruzado el extenso valle, la extensa llanura, los verdes paisajes, la espesura, las montañas...

La cúspide

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Llegó a su casa, cansada, sin ánimos de nada. El día estuvo agotador. Muchos sueños y pocas vías de concreción. Encendió la tele, otra vez la maraña de noticias inentendibles: el aumento del costo de vida, los entramados inexplicables, las peleas, los desaciertos. El fatigoso día, no le daba el respiro necesario para tanta preocupación, ni siquiera para entender quién sabe lo que dice, quien no, que es verdadero o falso. Mejor apagar la tele, descansar, olvidar. Mejor dejar de ver tanto barullo, calmar, soñar de nuevo. Dejóse llevar, entonces, por el cansancio. Cenó lo poco que quedaba y se acostó a dormir con las estrellas, las que imaginaba en el cielorraso del cuarto. Al otro día, la misma rutina volvía a atraparla nuevamente, ausente y exigua. Así estaba planeado para que suceda: noticias, cansancio, falsedades. Así estaba pensado y planificado: más cansancio, menos entendimiento. Y en la suma de stress y rutina, la ventaja del pensamiento infundado, era vital para doler desde la c...

Roma

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Contemplaba un ramo de flores. El amor que sentía iluminaba su rostro. Se encontraban en Roma, cuna de su historia personal, para celebrar su aniversario. Caminaban por las calles, asombrándose, buscándose, recordando cada momento vivido. Una llama eterna inextinguible, elementos de trascendencia, flor de un ramo amor libre y verdadero. Roma de los días del amor que un ramo cobra en sus espacios. Roma amor del extenso ramo de las avenidas. Roma ocaso tiempo, de un mundo donde amar y amor no se comprenden, cursilerías de un tiempo presente, ecos de un momento donde amar evita escribirse. Caminaron de la mano varios metros, varias aguas, varios grises. Caminaron contemplando el ramo, evitando la sonrisa, agravando el contraste donde beso y amor se ignoran; esperando el comienzo, soslayando el después. Se encontraron nuevamente en Roma, donde tiempo atrás se besaron, donde el futuro deparó ocaso. Se encontraron besándose nuevamente entre la gente, buscando el secreto que un amor ramo no t...