Borrarte
Después de perdonarla varias veces, se escapó por sus manos una mirada suya y un par de instantes en el parque. Más tarde, se deslizaron por su piel unos días en Manhattan, unas risas en la playa, y una foto en la esquina de Maître Albert y Montebello. Después de desarmar su primer recuerdo, se le olvidó Cajamarca con sus voces y sus llantos, el retrato vivo de sus ojos, el rojo pastel de sus labios en Montreal, el dos de junio en La Plata, y las voces de sus amigas leyendo Rayuela en el mismo parque. Después de evitar hablarle, de jugar con los haces de luz y las bengalas, se le extravió la noche que se amaron dos veces, las fotografías y los portarretratos, la odisea de volver y no volver, la lenta transición de empezar a amarla. Después de tanto desorden, tanto caos, tanta herida, comenzó a borrar su figura con el pensamiento, desarmando primero sus ojos, luego su llanto, después su sombra, y lentamente el borroneado mapa de su imagen, impávida, inexistente, mientras hablaba con el ...